lunes, 8 de octubre de 2012

Sobre Dios y otras supersticiones, por Juan Turmo


“¿Porqué me has abandonado? Oh, deidad de cuya existencia dudo!!”
Con esta frase de Sheldon Cooper abro esta reflexión que no es sino una simple opinión de una forma de ver el mundo por parte de grupos sociales.
¿Qué es Dios?
Muchas personas han intentado resolver esta pregunta de maneras muy distintas.
En primer lugar, la primera aparición de la figura de Dios surge de una novela, de ficción o de hechos reales, eso dependiendo de las creencias de cada uno, pero una novela al fin y al cabo, eso si, una de las mejores novelas de la historia. Por otro lado, el concepto de Dios tal y como nosotros lo conocemos se remonta a las primeras especies de homínidos allá por la prehistoria.
Historicamente, un Dios no es sino una creación del hombre para sentirse protegido, tener algo o alguien (dependiendo de las culturas) que vigila sus movimientos y les impide hacer algo que luego pueden lamentar. De la misma manera, las supersticiones son un objeto o un rito que llevamos o nos inventamos nosotros mismos para que todo salga de la manera que nosotros queremos.
En un origen, los dioses eran elementos de la naturaleza, cosas que el ser humano no podía explicar y las atribuía a un poder sobrenatural que rige por encima de cualquier vida humana.
Para saltarnos la clase de historia larga y pesada voy a intentar resumir, esa creencia en los dioses todopoderosos que explicaban todo lo que ocurría se fue desvaneciendo a medida que la ciencia avanzaba. Hubo que buscarles otras funciones y siguiendo el modelo del Dios misericordioso y omnipotente de los judios surgieron… ya sabéis todo lo que surgió.
Donde yo quiero ir a parar es que en los seres humanos hay algo que nos impulsa a necesitar creer en algo, da igual el que. Un ejemplo muy claro es lo atea convencida que es mucha gente y el día 10 de agosto se planta en la plaza de San Lorenzo como un clavo a ver a los danzantes y al santo, se emociona cuando sale la procesión y le lleva flores el día 15 (pongo este ejemplo como oscense que soy, pero trasladadlo a cualquier santo patrón vuestro propio pueblo). Vale, diréis que es normal, es una tradición de la ciudad. Claro que lo es pero ¿porqué lo es? ¿Sabe todo el mundo quién fue este señor, lo que hizo, o porqué se le venera como se le venera?
La guerra entre religiones y creencias lleva librándose desde tiempos inmemoriales, aunque lo peor es que hasta dentro de la misma religión hay conflictos que se saldan de maneras que a nadie le gusta recordar.
¿Qué más da que alguien venere a Dios, Alá, Yavhé, Jehová, una gran albondiga boloñesa, una panda de duendecillos traviesos coqueteando con unas hermosas hadas o a la mismísima luna? Dios existe, claro que existe, pero dentro de cada uno Dios tiene miles de maneras distintas de materializarse y manifestarse, nosotros creamos nuestros propios Dioses y nosotros mismos debemos contestar a nuestras plegarias.
“Siempre he pensado que la mejor forma de conocer a Dios es amando muchas cosas”- Vincent Van Gogh
A lo mejor esta reflexión ofende a alguien y os aseguro que no es mi intención. A veces erramos, pero hablar y hacerse oír es gratis. Cualquier opinión debería ser tan válida como otra.