Por fin luz al final del túnel.
Avanza la oscura y fría primavera hacia un verano incierto y misterioso, pero
ya se ve un halo de esperanza en el horizonte que antes no estaba. El sol entra
por la ventana y por fin sonrío sin motivo alguno. Las canciones, los sueños
las alocadas ideas florecen como los tallos que el cierzo ha ocultado este año
entre sus amplios y molestos ropajes.
La oscuridad me ha vapuleado y
apaleado todo lo que ha querido sin decirme jamás el motivo por el que las
lágrimas brotaban de mis ojos noche tras noche mientras el maldito insomnio me
guardaba del descanso que me seguía pero no me encontraba. Soledad, desencanto,
malos recuerdos que regresaban de sus escondites.
Encontré la cuerda y empecé a
escalar el pozo. Me robaron, me quitaron lo que me hacía luchar por seguir
adelante, pero seguí subiendo con una certeza, por mucho que me costara subir
jamás volvería a caer tan al fondo del abismo.
Un atisbo de un idilio amoroso en
Londres y una canción que traía el viento. Lluvia, sobre los canales de
Venecia. Sonrisas sin dueño. Tapas de retrete voladoras. Un triple. Un monólogo.
Tres cabellos de mujer, un rojo, otro amarillo y el tercero negro. Y así, de
uno en uno, fueron volviendo los recuerdos de antaño.
Un foco sobre un escenario. Un
balón de rugby. Imágenes de cientos de lugares del mundo. Las salidas de una
estación de tren y de un aeropuerto. Un duendecillo correteando por un patio de
butacas. La promesa de un beso que todavía juega a ser encontrado. Y así, de
uno en uno, fueron volviendo los sueños del mañana.
Ayer fue mi último día de clases
en la Universidad de Zaragoza pase lo que pase en el futuro cercano. Mi vida
llevaba años pidiendo a gritos un cambio pero cometí el error de esperar a que fuera
él quien me encontrara. Ahora, rodeado de la gente a la que
quiero, es hora de salir del capullo e iniciar una búsqueda para descubrir lo
que el mundo tiene preparado para mí. Solo, pero nunca en soledad.
Nosotros somos los que debemos decidir
qué hacer con el tiempo que se nos ha dado porque cada uno de nosotros es el único
dueño de su propio destino, y eso es lo que nos hace Infinitos.