No quiero hablar. Me da miedo. Y no es por
una situación de verme criticado, eso me da igual. No, es porque hablar ahora
mismo es meterle más leña al fuego. Un fuego que me resulta cada vez más
irreal.
Está claro que el planeta se está muriendo
y que es culpa nuestra. Pero al parecer no nos vale con la extinción por causas
naturales que queremos provocarla por causas humanas, aquello de “por lo menos
elegir cómo nos vamos”. Vaya soberana gilipollez. Que miedo ser consciente de
semejante hecho y sentirte totalmente impotente para solucionarlo.
Pero por mucho que quiera comentar del
Brexit, que al fin y al cabo me toca directamente ya que juega con mi futuro,
es España de lo que quiero reflexionar. Esta mina antipersona de estado que
lleva siglos y siglos a la gresca y que nunca dejará de estarlo. Diferencias de
opiniones habrá en todas partes pero lo que no hay aquí es una sociedad lo
suficientemente civilizada para afrontar esas diferencias.
Intento echar la mirada atrás en la
historia de España y no recuerdo un solo momento donde no se estuviese en un
estado de división o guerra civil. Ya fuese territorial o ideológica. Manda
cojones que quizá el periodo más largo de estabilidad fuese el franquismo pero
ni siquiera eso fue real porque lo que pasaba es que la mayoría de los del otro
bando estaban exiliados o demasiado asustados para decir esta boca es mía. Pero
el caso es que siempre ha habido división de algún tipo.
Hay dos citas que me gustaría recuperar en
esta reflexión. La primera es de un personaje de ficción, Alonso de Entrerríos,
que decía que es normal que en este siglo España ya no sea imperio porque
“Siempre tuvimos muy buenos soldados pero muy malos gobernantes”. Lo cual sigue
ocurriendo. La segunda cita es de Otto Von Bismarck, el canciller y unificador
de Alemania a finales del XIX, “España es el país más fuerte del mundo, siguen
ahí a pesar de estar siempre intentando autodestruirse”. La reflexión que surge
de la primera es obvia, hay demasiados políticos luchando por si mismos
mientras el pueblo no se ve representado. Y la segunda se refiere directamente
a esa idea de división de la que hablaba antes.
Muchos son los que quieren y proclaman la
defensa de la Unidad de España. Señores, eso nunca ha existido. Ni siquiera
cuando se echó a los franceses para retornar a la edad oscura del absolutismo,
ni siquiera con anterioridad cuando se luchó por la sucesión de Carlos II.
Siempre ha habido dos bandos dispuestos a luchar por algo, ya fuesen personas o
ideales, ya fuese el progreso o el paso atrás. Y jamás de los jamases hemos
sido capaces de ponernos de acuerdo sin mediar el conflicto armado.
Algunos hablarán de la Transición. Si,
exacto, transición, ahí esta el quid de la cuestión. Transición es el proceso
de ir de una cosa a otra, pero nos quedamos ahí, así que eso no es una
transición. Siguen ondeando banderas con el águila imperial, y solo ahora es
cuando se les ocurre (por temas de campaña) sacar al dictador de su mausoleo,
sigue habiendo gente que habla de reabrir heridas cuando se habla de una ley de
memoria histórica o cuando se propone abrir las fosas comunes para eliminar ese
oscuro y terrible dato de ser el 2º país del mundo con mayor número de
desaparecidos de guerra. Perdonen ustedes damas y caballeros
ultraconservadores, aquellas heridas jamás se cerraron. Ni para unos, ni para
otros. Y ya no es una cuestión política, sino moral.
Me cuesta creer muchas cosas que se
escuchan en el congreso. Me cuesta creer que tenga que oir hablar a personas
que cada vez que abren la boca violan repetidamente todos los estatutos de la
declaración de los derechos humanos, la constitución española y las normativas
y peticiones de convivencia de la ONU. Y no es porque no tengan derecho a sus
opiniones, el miedo y la incredulidad vienen porque si ellos están allí es
porque sus palabras representan a un grupo creciente de la población que
desearía regresar al mundo de los reyes absolutos con las clases ricas
pisoteando a las pobres, a tener a las mujeres como posesiones, a ejecutar a
todo aquel que no piense como ellos y reiniciar así la caza de brujas y la
Inquisición.
Hay otro grupo de población con el que
estoy descontento, los Independentistas Catalanes. No porque sean
independentistas, cada uno lo que quiera con sus ideales, sino por sus
constantes mentiras y su absoluta cobardía. La pasada legislatura se dio un
hecho tremendamente esperanzador. Tres de las cinco ciudades más importantes
del país tenían alcaldías progresistas y otra de centro izquierda (esos que se
denominan progres pero viven a las ordenes de la oligarquía económica). El
núcleo del país era liberal y podía ser la luz al final del túnel. Los
movimientos para eliminar esas instituciones indignas del siglo XXI podían
tener su cabida en la sociedad. Las restricciones a la iglesia, el fin de la monarquía,
la abolición del senado, la reforma constitucional que tanto se necesita…
Empezaba a entreverse esa posibilidad que tanto miedo daba a los grupos
ultraconservadores y los poderes económicos. Así que decidieron crear su propia
distracción. Alimentar ese rumor que siempre ha estado ahí de unos pocos
catalanes que se creían el ombligo del universo. Ese rumor que despojaba a
Aragón de su historia apropiándosela de malas maneras, de modo extremadamente
insultante. Ese rumor que el propio poder central fue alimentando hasta
tenerlos donde querían, en ese sentimiento nacionalista cobarde de huir para
crear su propio escondite en lugar de luchar junto al resto para liberar a todo
el territorio de ese poder maldito heredero de la era del aguilucho. Y ahora que
los tenían donde querían se lo vamos a quitar todo.
No
tienen derecho a referéndum y así lo harán por su cuenta de manera ilegal. No
tienen derecho a votar y así se rebelaran y podremos reprenderles.
Reprenderles, que no reprimirles. Pero bueno Mariano, esto se te ha ido de las
manos. Pues entonces ahora hay que ir con todo. Detenedlos y sentenciadlos.
Pero eso les da sus mártires. Pues intervención armada y ejército. Eso se llama
guerra. Pues igual si que me he pasado, pero bueno, eso ya no lo he hecho yo,
solo mis perritos falderos.
El tema catalán es una serie de
catastróficas desdichas de lo más calculadas. Han conseguido sembrar el miedo y
la discordia, desacreditar a los gobiernos progresistas y acrecentar el poder
de la derecha y la ultraderecha mientras se enfocan en los villanos de la
bandera estelada. Ha sido todo una pantomima y el pueblo catalán (y el español)
víctima de una manipulación enorme de consecuencias gravísimas por parte de la
clase política y los medios de comunicación. Y todo por cobardía. Por no querer
afrontar un problema de todos y querer hacer la guerra (tristemente, nunca
mejor dicho) por su cuenta. Siento empatía y pena por el pueblo, desde luego,
lo que les han hecho tanto unos como otros es despreciable y han acabado haciendo
lo que se esperaba de ellos, responder en desesperación, siguen intentando
hacer protestas pacíficas mientras intentan empujarles a una guerra. Pero si he
de decir que no pienso sentir ni un ápice de pena por el movimiento
independentista como tal. Todo basado en mentiras y en cobardía. Que se vayan
si se quieren ir. Jamás me sentiré cómodo viendo como un ajeno intenta venir a
quitarme parte de mi ya de por si mutilada identidad.
Y sí, la condena por el procès es
desmedida, pero por muchas otras razones también es justa. El problema es el
doble rasero de los tribunales. Se mide igual a cinco depravados que agreden a
una mujer que a doce personas que luchan por sus derechos. Eso no tiene ni pies
ni cabeza. Bien que no podemos compararlo con la justicia que condenó el
intento de Golpe de Estado del 23F, por la distancia temporal y política a la
que nos encontramos, pero no debería ser peor esta sentencia que la de la
Manada y no me refiero a reducir esta sino todo lo contrario, habría que
ajustar las importancias de los delitos. Si, delitos. El procès es un delito.
Injusto que lo sea, totalmente, pero lo es. Y lo es desde el momento en el que
llega la prohibición de realizar el referéndum desde el gobierno central y los
Independentistas deciden seguir adelante. Jamás debería haber ocurrido. Jamás
se debería negar el escuchar la opinión del pueblo pero se hizo. (También creo
que si les hubiesen dejado hacer el referéndum legal habría pasado como el
primer intento de independencia de Escocia y estaría todo en calma y bien, pero
el silencio no les interesa). Acto valiente el seguir adelante. Muy valiente.
Pero estúpido con todas las letras. Le dieron la razón al gobierno. En lugar de
salir como demócratas y los poseedores de la razón decidieron alzarse como revolucionarios
al más puro estilo siglo XIX. Con lo que no contaron fue con que no todo el
pueblo estaba de acuerdo. Con que las cosas se harían a medias y lo único que
conseguirían sería darle más munición al enemigo y negarse a si mismos la
razón, por no hablar de ganarse a pulso (legalmente hablando) una larga
temporada en prisión.
Pero todo esto es germen de un problema
aun mayor. La clase política española. Cuatro elecciones en otros tantos años.
Solo porque no pueden hacer lo que se hace en todo el mundo. Ponerse de
acuerdo. Cayó el bipartidismo y aquí se fundieron todos los circuitos. Albert
Rivera y Pablo Iglesias encabezaron una revolución del pueblo contra la clase
política establecida por esa Transición que todavía no ha terminado. Solo para
darnos cuenta que el primero es un oportunista con serrín en lugar de cerebro
listo para cambiar de bando las veces que hagan falta solo por conseguir poder
y el segundo fue un líder del pueblo necesario para lograr entrar en el
congreso con su agresividad y su poder de convicción pero que no ha sabido dar
un paso atrás cuando ya se necesitaba otro tipo estrategia o de político
liderando esa revolución que él empezó.
La clase política no gobierna el país. Son
los ricos los que lo hacen. De vez en cuando se añade una ley social para que
nos estemos calladitos. Pero esa no es la solución. Los sobresueldos o los
sueldos vitalicios, la manutención del sistema bicameral, la manutención de la
casa real, el rescate de los bancos y los impuestos iguales para unos y otros… todo
problemas que deberían desaparecer, elementos que un país que según se dice
debería estar a la cabeza del progreso (aunque tampoco debería ser como una
carrera) no debería tener que soportar. Una constitución nueva, republicana (la
gente sigue olvidándose que una república también puede ser de derechas, no hay
más que ver a los franceses), dentro de un sistema monocameral con una ley
electoral justa de ‘una persona, un voto’ (si, soy consciente que en ese caso
ahora mismo la representación de VOX sería bastante mayor), en la que los
políticos (como representantes del pueblo) reciben el sueldo mínimo
interprofesional (con el coste de los viajes y las dietas). Ahí es cuando se
meterá a gobernar el que realmente crea que puede marcar una diferencia, ese será
el momento en el que todos los pelagatos niños de papá y mamá que se meten a
política a chupar del vote se esfumarán sin dejar rastro (hasta que alguien
encuentre un fallo en el sistema y de nuevo vuelvan como abejas a la miel).
La justicia corrupta, el poder de los
medios, todo el mundo sin excepción creyendo que gritando e insultando y
criticando al prójimo en redes sociales le está haciendo un favor a la
sociedad. El pueblo se ha convertido en ese burrito fácil de manipular que va
con los ojos tapados y hace lo que le dicen. Y lo peor es que a la inmensa
mayoría eso les parece bien. Mientras les dejen hacer sus cosas ellos
encantados. No se preocupan por el vecino, bastante tienen con tener sus
esquinas cubiertas.
Hay que empezar a concienciar a la gente
desde pequeños. Las escuelas deberían ser un lugar de crecimiento y de
realización personal. Hay muchas cosas que se estudian que no son útiles. De
que sirve saber leer si no fomentas la lectura. Que beneficio vamos a tener los
alumnos de humanidades en saber ecuaciones logarítmicas en base diez. Cada
persona es un mundo y a cada persona se le debería potenciar lo que se le da
bien. Pero bueno, no me voy a meter a reformar el sistema educativo porque solo
con eso me da para demasiadas páginas extra de reflexión.
El otro día una amiga que está estudiando
en Chile me envió panfletos para ir a una manifestación de apoyo al pueblo
chileno por la situación en la que están. Me quedé parado pensando. ¿Cual es
esa situación? ¿Es acaso real lo que sé? ¿Lo que está llegándome es fiable?
Todos nos acordamos de lo que ocurrió con Venezuela. Este país siempre tirando
balones fuera. Siempre centrando su atención en otras cosas para que nos
olvidemos de esos problemas tan, tan graves que nos ocupan desde que nos atrevemos
a decir que vivimos en democracia.
Hace un tiempo intenté hacer un ejercicio.
Buscar un himno que pudiese funcionar para una nueva España, una España que
fuese de todos, donde no hubiese unión necesariamente, solo consenso, solo
acuerdos y cordialidad. Busqué música antigua. Descripciones que grandes
compositores hayan hecho de la tierra y de sus gentes. Busqué poemas que
hablasen de lo mismo. No hay un Jerusalem de Blake ni los grandes himnos de
Elgar. No hay un Haydn o un Mozart que compusiesen solemnes marchas que
pudiesen encajar con letras o poemas que ensalcen la tierra o a sus gentes. Ni
siquiera hay una flor que consiguiese echar a los franceses de nuestras
fronteras o un canto que el pueblo entonó cuando se levantó en armas contra el
pasado.
Todas estas cosas las veo, soy consciente,
reflexiono sobre ello. Y aquí viene mi más terrible reflexión. Esto no tiene
ninguna solución. La izquierda seguirá dividida, la derecha seguirá siendo
fascista, el centro real seguirá estando desaparecido, los independentistas
seguirán mintiendo, la república seguirá siendo un sistema de gobierno de
izquierdas, Leonor será Reina de España y, poniéndonos excesivamente
extremistas, una revolución popular con nuestra propia guillotina en la Puerta
del Sol solo conseguiría abrir todavía más las brechas sociales e ideológicas
de un país condenado a autodestruirse tantas veces como sea necesario hasta que
la frase de Bismarck se quede obsoleta porque finalmente lo hayamos conseguido.
No quiero hablar. Me da miedo. Pero tengo
todas estas cosas martilleándome la cabeza, noche tras noche, insomnio tras
insomnio, luchando por salir, luchando por ser escuchadas aunque a nadie le
importe nada más que su propia opinión.
No quiero hablar. No tengo ganas. Día tras
día las noticias hacen que sea más y más difícil porque siempre hay algo nuevo
que añadir, algo nuevo sobre lo que reflexionar.
No quiero hablar. No tengo fuerza. Estoy
cansado de sentirme impotente, cansado de que los sueños se vean masacrados
antes de ser imaginados. Cansado de este mundo, de este inmundo stablishment que parece que no nos queda
más remedio que aguantar.
No puedo hablar. No tengo voz. No soy más
que una hormiguita en un mundo preconcebido donde todos tenemos un rol. Podemos
escribir cosas pero la gente no las leerá. Podemos grabar cosas pero la gente
no las verá. Podemos representar cosas pero a la gente no le importará. Eres
parte del sistema y o vives siguiendo su corriente o la corriente te destrozará
a cada segundo que pase.
No quiero hablar. No puedo hablar. Tengo
que hablar.