jueves, 10 de noviembre de 2011

Oscuridad, por Juan Turmo


Mi mundo está en penumbra. Las nubes ocultan la cara feliz de la vida mientras la ciudad se agranda a cada minuto que pasa haciéndome más y más pequeñito. Gotas de lluvia que caen como cuchillos y palabras que parten corazones con la fuerza del rayo de la muerte.
No puedo dejar que se sepa. Una falsa sonrisa se dibuja en mi cara y mi boca empieza a soltar tonterías intentando ocultar mi dolor y mi tristeza, pero es demasiado evidente. Las ojeras hasta la barbilla, la mirada perdida que clama a gritos venganza y desilusión y la melancólica pluma que recorre esta hoja de papel.
Ruidos debajo de la cama. Los monstruos del armario acechan mi sueño. ¿Dónde están las hadas que velan por mí en las noches oscuras? ¿Quién las cuida a ellas ahora que yacen convalecientes por el dolor de un alma olvidada?
Palabras mudas rodean mi vida. Una horrible pila de platos sucios que se abalanza sobre mi cada vez que entro en la cocina. Se acumulan los deseos incumplidos y los sueños abandonados y despreciados. La pasarela a la que le van quitando los tablones para que me caiga hasta que lo consiguen y ahora, colgando sobre el vacío, grito sin poder emitir ningún sonido que me pueda sacar del agujero. Caigo.
Camino descalzo por un túnel sin luz. Voy en línea recta sin saber a donde me dirijo. Una lluvia invisible ensombrece aún más el tenebroso sendero de la redención. Al fondo, muy al fondo, rayos de luz alumbran un futuro lejano ¿o no tan lejano? Sigo caminando ciego, pero oigo voces amigas que me empujan hacia delante y me lanzo hacia ellas sin saber si son reales o una simple alucinación que atormentará mi caminar por este mundo de sombras.

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