miércoles, 7 de septiembre de 2011

Juego de Niños, por Juan Turmo


Hay ciertos momentos en los que la escritura no es tarea fácil. A lo mejor tienes demasiadas cosas en la cabeza que bloquean tu capacidad de concentración o a lo mejor quieres plasmar demasiadas cosas en las mismas 35 líneas.
La búsqueda de una coherencia y un significado no debería preocupar a quien escribe con el corazón abierto y la pluma suelta, quien expresa sus propios sentimientos o pensamientos. Esa escritura consiste en dejarte llevar por las palabras, dejar que sea tu subconsciente quien dicte y cumpla las normas y no quedarte sentado delante del ordenador borrando cada frase que escribes porque no te gusta.
Cada persona tiene su manera de afrontar un artículo, un ensayo o una simple carta que se escribe a si mismo con el fin de autoevaluarse. Todo ritual o acto de concentración tiene significado o sentido para quien lo necesita. Escribir a lápiz, bolígrafo, pluma, máquina u ordenador. Un borrador y luego pasarlo a limpio. Ir leyéndolo en voz alta conforme escribes o no leer nada hasta que no se ha puesto el punto y final.
Todos tenemos el don de la palabra y todos sabemos como usarlo, solo que a lo mejor algunos les da miedo lanzarse por si no saben abrir el paracaídas.
La inspiración. Esa pequeña duendecilla traviesa que enciende y apaga a placer las bombillitas que van surgiendo en nuestra mente, que juega con nuestros pensamientos y con nuestras ideas, que quiere más a unos que a otros, quienes cada vez que les llega la bendita iluminación no saben que hacer con ella. Esa duendecillia que puede ser domada con la más simple de las soluciones: usando la imaginación para volar por un mundo que es enteramente nuestro y hacer que las palabras fluyan como si siempre hubiesen estado destinadas a estar juntas en ese trozo de papel.
Visto de este modo parece un simple juego de niños y es que eso es lo que es. ¿A quién no le gustaba cuando la profesora de primaria mandaba para casa escribir un cuento o una redacción sobre nuestros hobbies? Cierto que algunos preferían cuando nos mandaban dibujos para colorear o cuando ya en secundaria nos mandaban traer una fotografía que significara algo para nosotros.
Para algunos la frase “una imagen vale más que mil palabras” es una verdad absoluta, irrevocable, sin discusión posible, pero las verdades absolutas no existen, solo la pereza de ponerse delante de un papel a escribir. Además ¿qué sería de la imagen si no existieran las mil palabras?
Como en todo la perfección no existe. Puede que ofendas a alguien sin pretenderlo, puede que alguien no esté de acuerdo con lo que has escrito o puede que a alguien simplemente no le guste tu modo de escribir. No importa. Todo lo malo tiene su lado positivo, todo en esta vida está en equilibrio. El Yin y el yan. Habrá alguien a quien hayas solucionado un dilema mental que le carcomía por dentro, habrá alguien que te apoyará y te admirará por haber tenido el valor de escribir lo que has escrito y otra gente que simplemente le gustará como escribes, tu uso de las palabras, tu poder de convicción y tus ganas de hacerte oir.
Escribir es fácil. Solo necesitas un folio en blanco, enamorar a la dulce duendecilla de la inspiración y dejar volar tu imaginación hasta los límites que tu decidas, el resto es magia.

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