miércoles, 14 de septiembre de 2011

Not just dance, por Loreto Herce


Todavía recuerdo mi primer día en una clase de ballet, tenía cuatro años y me encontraba a las puertas de mi clase, con el maillot y las medias rosas y agarrada a la mano de mi madre sin querer soltarla, por miedo a lo nuevo supongo. Durante los primeros años que hice ballet lo pasaba bien, era un divertimento, una actividad extraescolar incentivada por el tópico de las niñas a ballet y los niños a futbol.
Según pasaron los años y subía de nivel, me di cuenta de que el ballet era complejo, que le tenías que dedicar tiempo, ganas y esfuerzo, mucho esfuerzo. Ese fue el momento en el que el significado del ballet cambió completamente en mi vida. Dejó de ser el hobby al que iba al salir del colegio y empecé a concebirlo como algo mas. La danza es un arte, sí, un arte, que muy pocas personas conocen en profundidad, porque si no lo vives en primera persona no puedes llegar a conocerlo de lleno.
El baile es una disciplina, un modo de vida. Con el ballet no solamente bailas, sino que  muestras tus sentimientos a quien te ve bailar. Una persona que no transmite sus sentimientos bailando no puede decir que es una bailarina de verdad. Es una sensación extraña, te olvidas de todo, en ese momento no soy Loreto la chica de 17 años que va a estudiar Historia del Arte, que le gusta leer  escuchar música y salir con los amigos, en ese momento soy 206 huesos con sus 650 músculos y un alma. Y todo eso se une, se coordina y se mueve libre.
No se si me he explicado bien, ya que como he dicho me resulta muy difícil explicarlo, y todavía me resulta mas difícil cuando se que mi relación con el ballet no va a ser la misma que hasta ahora. Ha llegado el año que todas, o casi todas, tememos en mi academia, el año en el que acabas bachiller y abres una nueva etapa en tu vida, la universitaria. Esto supone por norma general salir a estudiar fuera de la ciudad, en mi caso Zaragoza, que no es un destino tan lejano como el que les ha tocado tomar a otras compañeras, pero no deja de alejarme de lo que me ha dado tanto buenos como malos momentos, mas buenos que malos, durante mas de 14 años. Para mi fue duro tener que despedirme de mis compañeras, con las que he compartido escenario y también buenos momentos fuera de el, y también despedirme de mis profesoras, a las que les debo tanto… todo lo que sé es gracias a ellas. Pero lo más duro va a ser afrontar la semana sabiendo que las diez horas que antes dedicaba a desconectar, a ser libre y a vivir algo tan importante para mi, ya no las voy a invertir en ello. Tanto mis profesoras como mis padres, e incluso algunas compañeras me han aconsejado tomarme un descanso durante lo que dure mi aventura universitaria, porque el ballet también tiene una parte de desgaste físico a la que me he visto sometida y que sé pasara factura en los años que vengan, aunque ha merecido la pena.
Con todo esto he querido dar a conocer una parte muy importante de mi, que ha marcado mi vida, o mas bien alrededor de la cual ha girado mi vida… aunque no quiero hablar en pasado, porque aunque no seguiré en mi academia y tampoco en Zaragoza mi relación con el ballet no acaba aquí, y quien sabe si, dentro de cuatro años, vuelvo a ser una más en la academia ODIL.
Por último quiero dar las gracias a mis compañeras, con las que he compartido tantos buenos momentos y que en los malos han estado a mi lado. Y sobre todo a mis dos profesoras, Mª Pilar y Cristina, que me han enseñado desde pequeñita no sólo ballet, sino valores muy importantes para la vida.

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